jueves, 21 de mayo de 2009

Desnudez

Así, entregado a la dulce alegoría del pecado
me acurruco en tus piernas, me deslizo por tu seno,
desboco tu aliento, paseo en tu saya mis pupilas,
desmadejo lo que te ha tejido de pureza,
acomodo tu cintura, le doy forma,
delicadamente le doy forma,
forma de ave, de luciérnaga, de caracol,
juego un rato con la gravedad, levitamos,
transparentamos nuestros cuerpos por el aire,
un rictus de voracidad nos entremezcla,
desaparecemos el uno en el otro
vestidos de nosotros mismos,
en un solo ser incondicional
deslizándose en la nada,
presto a disfrutar su alegre vida,
en ardorosos instantes infinitos
que nos bastan para desafiar la eternidad.
Parecemos dos pececillos en el agua,
en la densa marea
del ir y venir acrobáticamente
temblando de agitada desnudez,
naufragando en un silencio cósmico, sideral,
y luego, finalmente,
nos desvestimos de la carne mutua,
extenuados de nadar en el delirio,
por la tibia humedad de nuestra piel.

Diego Libertad
Del poemario Taller de ensueños
© Derechos Reservados

miércoles, 20 de mayo de 2009

La copa

Alza tu copa con aire dignatario, dignatario,
con tu abrigo de armiño,
con el ay con que te sirven.
Al brindar
¿Por qué será que te escondes un abrazo
y un peso en el bolsillo, junto a tu puñal?

Ahora que la mesa está servida,
y tomas de ese ajeno sorbo de retazos,
de la botella que antecede a los quejidos,
con el filo que ostenta tu diploma,
toma también de lo que no has dado a los mendigos,
pues, seguro no revierte,
lo poco que aún nos queda para irnos…

Toma esta copa con tu acento de mezquino,
con el hábito constante que sabe lo que haces,
con tu pálido cadáver en la sombra
y tu fingido cuello en la corbata.

¡Ay, cuántas copas se avinagran en tu equino
donde cabe un corazón que lustra su zapato!
Y el suspiro del dolor que no bebiste,
siéntese pasar en vez del vino…

Esta copa de la que bebes
es una oscura fantasía.

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados
La despedida

Algo ha partido contigo y ha callado,
algo nocturno que se esconde
en tu rastro y se aleja contigo,
algo lindante a la muerte y al olvido.
Algo que aún respira, lo presiento,
lo presiento en la ceniza
de este barro quejumbroso que me abriga,
callado, también, y doblemente,
como este silencio que te escucha ciego.

Algo ha partido contigo, sin mí, secándose,
muriéndose de a pocos en esta fría despedida,
en esta fría mañana
en la que se apagan mis mañanas moribundas,
mis mañanas mendigas de ti
y de tu boca.

Algo ha partido de aquí a los jamases.

Las paredes, desangrándose, te pronuncian ahora,
y me pronuncian unánimes
sin que pueda contestarles.

Algo ha partido
alejándose muy triste…
he partido yo.

Diego Libertad
Del poemario La odisea del viento
© Derechos Reservados
Te espero


No sé cómo decirlo amor, pero aquí te espero,
un lunes como un jueves,
toda la vida, todas las noches, todos los otoños,
frente al mar de todo aquello que dejaste,
como estos sueños olvidados en un trasto,
o este cariño del que usaste y te sirvió de abrigo
y que hoy tirita tus ausencias,
no importa, aquí te espero,
un martes como un viernes,
toda la vida, todas las tardes, todos los inviernos.

Uno tras otro cada paso del tiempo
me dará igual,
realmente, no sé cómo decirlo,
pero yo seguiré esperando a que regreses,
aquí mismo, para siempre,
con cuánta soledad anide en mis ojos,
aquí te espero, mujer,
aquí te espero,
no se te vaya
a olvidar.

Diego Libertad
Del poemario La odisea del viento
© Derechos Reservados

martes, 19 de mayo de 2009

Tender la mano

En el fondo de esta pluma
hay un coágulo de sangre palpitante,
de penas profundas y veraces
por el ay estrepitoso del que anduvo
en su mísero traje de comedia,
en el cuarzo de un reloj sepulturero,
en la cósmica tragedia de tragedias.

¡Ay! ¿Cuántas veces habrá de resignarse la moneda?
Al César lo que del César nace
hacia su orgasmo de orgía predilecta.

¡Ay! ¿Y cuántas mujeres metalúrgicas le apañan?
¿Y cuántos hombres que se lamen de costado?
¿Cuántas veces habrá de resignarse la moneda
en el túmulo arenoso de la ofensa,
por el ay estrepitoso de la carne,
en su cuarta oligárquica blasfemia?

¡Ay! ¿Y dónde ha de repetir la partitura
su camaleónico grito a voz en cuello?

Y qué más da el fondo del tamiz
de estos escénicos asuntos,
si la tortilla, ahí de lado,
está lamiéndose la herida
esperando el maratónico balazo,
mientras,
el hombre pasa con su plato ya desnudo
ahogándose de trastos,
en el fondo,
muy en el fondo de su cadáver,
donde espera que le tiendan una mano.

Diego Libertad
Del poemario El maíz es un cielo
© Derechos Reservados
La patria del corazón


A los miles que vendrán

¡Patria, no cantes con silencios!
¡Sírvete de esta voz!
¡De estos pulmones!
¡Ilumínate de estos hijos que han venido a levantar tu grito!
¡Porque las mañanas no vienen de la nada,
ni del ajeno!
¡Y es con sudor que se riega el maíz!
¡Y es con estrépito que se levantan los astros!

¡Patria, no cantes a media voz, sino con furia!
¡Canta con muchedumbres!
¡Con pueblos lejanísimos que creían olvidados!

¡Patria, cuídate, habrá quién te niegue y se retracte!
¡Habrá quién a los patrones te ha vendido!
¡Pero no hay olvido ni perdón para los cómplices!
¡Ellos caerán en la cosecha
cortados por el filo de tu voz!

¡Patria, es momento de nacer, no te apacigües!
¡No escuches a los viles embusteros!
¡Ellos temen que asistamos todos juntos
a la batalla donde tú has de nacer!

¡Ellos temen a los miles que vendrán con tu bandera!
¡Temen a los niños grises del amanecer!
¡Temen a las madres invencibles de los campos!
¡Temen a los indígenas que acechan en su sombra!
¡Temen a los lápices, a las piedras, a los libros!
¡Temen a los pájaros que presagian tu venida!
¡Temen a las flores que presagian tu color!

¡Ya no me esperen, al Mañana me voy haciendo patria!
¡Haciendo el camino para los miles que vendrán!

¡Patria, sobre los escombros de esta milenaria noche
ha de nacer el hijo que llevamos en el corazón!

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados
Volverás

Para Elvira a lo lejos

Entonces, te vas,
pero tal vez entiendas,
ya muy tarde, lejos,
que te hago falta,
que me haces falta,
y que sin ti se detuvo el viento y la noche,
que sin ti encallaron los sueños dulces
en amargas pesadillas,
en lo más profundo de la nocturna soledad.

Te vas, aunque sabes, convencida,
que aún hay fuego aquí
para dorar tu cuerpo y tu semilla,
pero te vas,
ya las palabras sobran,
sobra la cena,
la lluvia,
los atardeceres.

Te vas, a pesar que sólo tú me bastas,
y sólo yo te basto,
pero te vas,
te vas,
y tal vez,
en la hora distante,
en la hora desgarrada de recuerdos,
entiendas,
ya muy tarde,
lejos,
que te hago falta,
que me haces falta,
y entonces,
necesariamente,
pienses
en volver.

Diego Libertad
Del poemario Taller de ensueños
© Derechos Reservados
El instigador

Insto a mi reflejo a que me siga,
condenado a seguirme sin su sombra,
porque no sabe,
en dónde ha despertado mi antebrazo,
y en qué circunstancia anda mi ombligo,
estamos distanciados a estas horas,
y empieza a rebuscarme por su nombre,
y su botella, a beber de lo que lloro.
Anda a lomo de animal su cólera,
y en el polvo inquisitivo del juez
su testimonio.
Yo voy por el Valle de las Sombras,
errante, con gruesos eslabones en las manos
y crecidas uñas en los pies para escalar la muerte.
Ando sin medirme
en afligidos sustantivos
de dolor enorme.

¡Insto a que me sigan las arañas que me pueblan,
y a traer la luz las noches que me esconden,
y a juntar sus recuerdos
las memorias que me olvidan!

Ya,
estoy seguro,
que olvidáronse quién domesticó sus alegrías,
quién palpó las ardientes balas,
y qué corazón se precipitó en el río.
Estoy seguro que ya no rememoran,
a aquél que se abismó a la guerra,
solo, solitario,
con su único instrumento creativo,
de ubérrimas palabras soñadoras,
solo, perdido,
en las mustias aptitudes filantrópicas.
Solo, para beneplácito,
del buitre animaloide del gendarme.
Solo, solo, solo.

¡Insto a que me sigan los explotados,
para dar con las mismas aflicciones
a los que usufructúan en el nombre del progreso!

¡Insto a dar batalla a los sin tierra,
a dar batalla al oprimido,
a dar batalla a los mineros,
a dar batalla al campesino,
a dar batalla al que estudia
con el hambre sentado en su carpeta!

¡Insto a dar batalla
a las amargas crónicas del frío,
a dar batalla al silencio brumoso de los ancianos,
los verdaderos padres de la patria!

¡Insto a mi cólera subir corriendo la pendiente
y encontrarme, por fin, antes que muera!

¡Insto a que me sigan buscando,
mientras mi fusil va disparando
sus últimos disparos!

¡Insto a que me busquen
con la intensidad del aguacero,
con la intensidad del río,
que me busquen y me encuentren
mientras me mantengo vivo en la trinchera!

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados
Una noche

Una noche vine con mi sepultura,
una noche trágica en la que pareciera
habérsenos caído todo y ya desnudos
con una mísera lasitud sobre los lomos.

Vine pues a sentarme a la siniestra,
a reparar el daño, ante furibundos odios,
una noche vine con mi pulmón a cuestas,
vine reiteradas veces, vacío y solo.

Vine con mis brazos abiertos aquella noche,
con mi plato extendido, con mi mesa desierta,
una noche vine con mi proscrita sepultura
sin saber que aquí yacía
miserablemente solitario y solo.

Diego Libertad
Del poemario El maíz es un cielo
© Derechos Reservados
Hoy como nunca

Hoy tiendo a escribir lo que me pasa
donde hubiera tosido mi sordera,
sentado en mi silla de madera,
extendiendo sin apuros mi dolor.

Hoy como nunca se ha sentado a platicar
en el fondo de la ortiga
con su muesca diminuta,
la pólvora mortal de la bala compulsiva…
hoy como nunca ha tocado mi pulmón,
a una cuarta de la fibra
de mi lóbulo inferior,
y cae a plomo mi cadera
y mi fundido metacarpo
escribe retorcido en mi honda sepultura.

Hoy se diría que no tuve ya pretexto,
así como decir -Aquí anduvo este señor-
Y no escucho que alguien se sincere,
y aprecie todo aquello que siempre supe dar.

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados
Que vivan los obreros

A los mártires del porvenir

Nos conmueve el espinazo del obrero,
su cal y su tristeza proletaria,
su mesa fraternal y su fatiga
¡Y el dolor que le hizo andar en las batallas!

¡Que vivan los obreros!

¡Los que vienen forjando las mañanas
a golpe de tambor y de martillo,
con los callos de sus manos taciturnas!

¡Proletario, nos conduele la tristeza de tu masa,
conduelen tus trastos insepultos,
conduélenos la antigua herida
que aún desangra nuestras mesas!

¡Que vivan los obreros!

¡Que vivan los hombres de incansable cargamento,
que con sus crónicos atavíos enlutados
vienen pintando el colorido porvenir!

¡Obrero, mantén despierta la fogata
pues no habrá reconciliación en los banquetes
mientras tus hijos abrigados con la bruma
endulcen el maíz con las espinas de tu muerte!

¡Que vivan los obreros!

¡Pues no hay nostalgia más hermosa,
ni flor más impecable,
acunada entre tus sueños,
meciéndose en tus brazos!

¡Benditos los hombres que han venido
con el futuro erguido en sus espaldas!

¡Que vivan los obreros!

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados
Perdonadme

Sobre tu labio descubrí la inocencia
-Perdonadme-
Descendí lentamente por el hilo de tu orilla,
por la salina ebriedad de tus entrañas
-Perdonadme-
Me entusiasmó tocarte y poseerte tantas veces.
Oh, aquellos días en los que éramos la misma carne.
No me llores ahora, aún te añoro,
como para decir que nos amamos ardientemente
-Perdonadme-
He sido yo el que ha fallado,
el que emigró a otros cielos muy distantes,
el que en su vuelo terrenal cayó a la muerte,
desasistido por las alas de tu brisa
-Perdonadme-

Diego Libertad
Del poemario Taller de ensueños
© Derechos Reservados
Agonía

Alguna vez tu amor
detendrá sus pasos frente a mi puerta
o frente al manantial que florece
gota a gota del rocío de mis lágrimas.

Alguna vez tu amor
romperá el cristal de aquel olvido,
el olvido en el que me encerraste aquella noche,
allí, donde anduve entre las fantásmicas tinieblas,
donde mis carcomidos huesos se pudren
en tu desprecio,
donde las agradecidas violetas velan tus ojos.

Alguna vez vendrás ya sin tu sombra,
y yo te prestaré la mía para que vuelvas a la vida,
escapando en gráciles nubes de los abismos.

¡Yo moriré por ti cada mañana,
antes del clarear de las solemnes rosas!
¡Antes que canten los pájaros de las auroras!
Pues morir porque se ama es algo digno
¡Yo te regalaré todos los días una muerte!
Y al atardecer,
el mismo lucero que posa en tu ventana.

Alguna vez tocarás la puerta de este castigo,
y cuando en el sollozo de los goznes mi cuerpo vibre,
libre ya de tu indiferencia,
y mires a mis ojos ya enceguecidos
¡Comprenderás que las noches me derrotaron!

¡Alguna vez, sí, algún día, en algún sueño,
en alguna página que amarillean los tiempos,
cuando recorra tu cuerpo desnudo por mis recuerdos,
verás, amor, que no he muerto en vano!

Diego Libertad
Del poemario La odisea del viento
© Derechos Reservados
La noche en la que me olvides

La noche en la que tu corazón me olvide,
quiero decir,
en la que me sepulte vivo definitivamente,
la noche en la que el olvido sea perpetuo,
pasarán mis pájaros hambrientos por tu mesa
a recoger las migajas de este amor insalvable,
quiero decir,
pasarán mis ojos por la silueta de tu carne,
por los abismos y pasturas que yo devoraba
abriendo los pétalos más dulces de tu corazón.

La noche en la que me olvides,
al vestirse mi alma con sus más tristes flores,
seguiré esperando a que pronuncies mi nombre,
aunque ya no sea,
ni un nostálgico resquicio que vaga tras de ti
esta palabra con la que te voy nombrando.

La noche en la que tu corazón me olvide, amor,
te seguiré esperando, esperando y esperando.

Diego Libertad
Del poemario La odisea del viento
© Derechos Reservados.

lunes, 18 de mayo de 2009

Tu luz

Estoy escribiendo las últimas palabras para ti,
cariño amargo,
ya nada queda para nosotros en esta tinta
o en esta mesa
o en este lecho.
Ya no te abrigará esta luz que te alumbraba,
ya no te tocará mi voz,
en estos momentos,
ya eres ajena para mí,
y yo te soy prohibido.

Otro mundo gira bajo tu arcilla
y un cielo extinguido brilla en tus ojos fríos.
¡Sí, está nevando en tu corazón!
Y en tu pecho de gélidas palomas,
ya no hay ternura.
¡Ya no hay ríos en tus labios desérticos,
mujer fantasma!
Nos olvidamos del amor,
y olvidóse de nosotros la promesa ofrecida.

¡Está cayendo el amor a un pozo muy hondo,
ahogándonos!

Estoy escribiendo las últimas palabras para ti,
anochecido amor,
ya nada queda por decir,
estamos lejos, distantes,
y en estos momentos de oscuridad,
qué poco llora la tarde
mientras tu luz…
se muere.

Diego Libertad
Del poemario Taller de ensueños
© Derechos Reservados
Patria desterrada

Estoy contigo patria desterrada,
humilde casa de mis sueños.
Resulta triste asomarse en tu ventana,
¡Qué dolor!
Y buscar el Sol en tu proscrita primavera.
Por eso, voy a cobijarte con cada grito,
cerrando filas contigo.

Estoy contigo patria expropiada,
patria expropiada de tus ojos,
expropiada de tus lágrimas felices,
de tu salario en pedacitos.

Estoy contigo patria expropiada de tu cena,
patria expropiada de tus hijos,
expropiada de tus ríos y montañas,
de tus flores, del rocío, ¡Del maíz!
Expropiada, en fin,
de tu voz y de tu nombre.
¡Quién dirá no a tu mañana,
sin que sepa lo que duele tu dolor!

¡Mas, levántate patria, no estás sola,
miles de hombres y mujeres vendrán a liberarte!
¡Bajarán los Apus para contener al opresor,
para expulsarlo!
¡Los humildes niñitos de La Oroya te lavarán los pies!
¡Los Amautas, con la certeza de la ciencia,
sobre gigantes piedras,
escribirán tu nombre para la Eternidad!
¡Los Obreros del Mañana edificarán tu porvenir!

¡Patria, aquí estamos contigo en la hora más aciaga!
¡Tú volverás fecundando los caminos áridos,
las amargas noches, los días tristes!
¡Tú allanarás el suelo movedizo que pisamos!
¡Tú derrocarás a los infames enemigos!
¡Sobre tu pecho ascenderá el Mañana
y los días venideros serán de júbilo!

¡Aquí estoy patria desterrada,
en esta lágrima,
en este charco de sangre,
en este grito que me ahoga
cerrando filas contigo
frente al opresor!

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados.
Los jinetes de la aurora

A los heroicos indígenas del Perú

¡Ay pueblo, está doliéndome tu herida!
Sólo hallé desolación en tus ventanas,
manos frías en la alcoba de tus sueños,
sólo hallé penas y dolor en tus platos rotos.
En tus mesas vacías,
sólo hallé los cuerpos putrefactos que la muerte desdeña.
Sólo hallé el rostro olvidado de los niños
y el delantal remendado de las madres taciturnas.

¡Ay! Si te dijera que ya es tarde y que nos fuimos,
y que la punta de ese dedo ha disparado,
saldrías a buscarte a duras penas,
con el peso de este hondo sufrimiento.

Pueblo, ya sabemos del extremo en que caminas,
transita pues por la orilla de tu pólvora,
a las cuatro puntuales de tu enojo,
¡Descontento si pudieras con el amo!

Ya no lleves contigo la cuchara del hambre,
ni la sombra de la noche despiadada.
Yo te seguiré por todos los caminos,
descalzo, sin desmayar.

Yo lavaré tus profundas cicatrices,
tus venas abiertas, cerrarán,
y ya no más se esconderá tu risa,
ni tu flor, ni tus doncellas,
¡La descendencia de tu prole será feliz!
Pero antes,
apura el paso,
el camino será largo,
mucho dolor lloverá sobre tu cerviz,
mucha miseria,
mucho temor,
¡Muchas batallas nos esperan a cada paso!
¡Pero tú renacerás!
¡El enemigo no podrá contigo!
¡La desdicha no podrá contigo!
¡El silencio cómplice no podrá contigo!
¡Tú perdurarás
en la hora venidera de la muerte!
¡Está escrito!
¡Ya es hora!
¡Vámonos pueblo
cabalgando en las heridas,
yo te precedo!

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados
El ausente

Para Mario Benedetti en la hora de su ausencia,
para las hermanas y hermanos que partieron


Hermano, has callado,
y está callada tu ceniza,
y ha callado el padrenuestro, también,
en tu escritura,
en el charco de la violencia de tu sangre,
que dirá,
no sé que cosas,
como nunca,
cuando callas,
cuando calla tu ceniza y de repente,
cae de un tranco hacia la muerte tu alegría.
Y ya no más, no más nada,
dirás en tu velorio.

Estás callado
y alguien dice que tu ceniza está muy triste.
Estás callado
y tu cadáver frontal,
sin aspavientos,
ha curtido sus lágrimas profundas,
hasta secarse,
hasta morir en el ciclo de la vida,
nítidamente.

Has callado en el quíntuplo sentido,
en la ceniza, en el verbo, en el oído.
Has callado tercamente de la boca hacia adentro,
de tus láminas hacia fuera.
Has callado para siempre en nuestras voces,
¡Has callado alzándonos la voz!

Has callado, hermano, de repente,
¡Pero tu canto seguirá en nuestro surco!
Decirte adiós
o hasta luego
o hasta nunca
sólo será
una breve despedida.

Diego Libertad
Del poemario El maíz es un cielo
© Derechos Reservados