lunes, 18 de mayo de 2009

Los jinetes de la aurora

A los heroicos indígenas del Perú

¡Ay pueblo, está doliéndome tu herida!
Sólo hallé desolación en tus ventanas,
manos frías en la alcoba de tus sueños,
sólo hallé penas y dolor en tus platos rotos.
En tus mesas vacías,
sólo hallé los cuerpos putrefactos que la muerte desdeña.
Sólo hallé el rostro olvidado de los niños
y el delantal remendado de las madres taciturnas.

¡Ay! Si te dijera que ya es tarde y que nos fuimos,
y que la punta de ese dedo ha disparado,
saldrías a buscarte a duras penas,
con el peso de este hondo sufrimiento.

Pueblo, ya sabemos del extremo en que caminas,
transita pues por la orilla de tu pólvora,
a las cuatro puntuales de tu enojo,
¡Descontento si pudieras con el amo!

Ya no lleves contigo la cuchara del hambre,
ni la sombra de la noche despiadada.
Yo te seguiré por todos los caminos,
descalzo, sin desmayar.

Yo lavaré tus profundas cicatrices,
tus venas abiertas, cerrarán,
y ya no más se esconderá tu risa,
ni tu flor, ni tus doncellas,
¡La descendencia de tu prole será feliz!
Pero antes,
apura el paso,
el camino será largo,
mucho dolor lloverá sobre tu cerviz,
mucha miseria,
mucho temor,
¡Muchas batallas nos esperan a cada paso!
¡Pero tú renacerás!
¡El enemigo no podrá contigo!
¡La desdicha no podrá contigo!
¡El silencio cómplice no podrá contigo!
¡Tú perdurarás
en la hora venidera de la muerte!
¡Está escrito!
¡Ya es hora!
¡Vámonos pueblo
cabalgando en las heridas,
yo te precedo!

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida
© Derechos Reservados

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