domingo, 29 de marzo de 2009

Un homenaje para Javier

Para Rosa Rojas, huérfana de su hijo

No bastándoles apagar su corta vida,
matáronle dos veces a mansalva,
a Javier, a Manuel, al hijo,
vistiéndole de luto en la noche de sus sueños.

Y no bastándoles oscurecer su mirada sonriente,
matáronle tres veces, con pólvora, con odios.
Entraron en jauría, a dentelladas, a balazos,
escupiendo muerte por sus fauces puntiagudas.

¡Y no bastándoles incendiar su primavera,
matáronle cuatro veces con despiadado frenesí!
Vinieron con la noche,
agazapados en cobardes sombras.

¡Y no bastándoles exterminar sus ilusiones,
matáronle cinco veces estruendosas,
estallándolo!

Cumplieron con el jerárquico mandado de la muerte,
a espaldas de la historia.
¡Y no bastándoles cortar su corazón,
matáronle seis veces a bocajarro!

¡Y aún con vida, indefenso, frágil,
no llegó a comprender la brutalidad de sus verdugos!
¡A quienes no bastándoles truncar su porvenir,
matáronle, mortalmente, siete veces a quemarropa!
¡Pero aún con vida, piadoso, querubín,
siguió soñando en los brazos de su madre!

Mas, ¡No bastándoles arrancarlo del futuro,
matáronle ocho veces violentísimas!
¡Para callarlo,
para cerrar sus ojos infantiles
y olvidar su cándido semblante!
¡Pero no bastándoles ahogar su dulce voz!
¡Matáronle nueve veces, extinguiéndolo!
¡Y aún con vida,
siguió soñando dichoso en los brazos de su padre!

Mas, ¡No bastándoles fulminar su resplandor!
¡Matáronle diez veces, acribillándolo!
¡Pero aún con vida en el instante de su muerte,
soñó, una vez más, con el cálido beso de su madre!
Durmiéndose.
¡Pero no bastándoles rematar su cuerpecito,
matáronle once veces, inmolándolo,
ultrajando su grandiosa humanidad!
Sin embargo…
¡Todas esas muertes no podrán contigo, Javier Ríos!
¡Nada podrá vencer tus sublimes ocho años!
Sigue soñando nomás, Manuelito, Javier.
¡Inocente niño de tu pueblo!
¡Porque en la memoria de la patria vivirá tu luz!


Javier Manuel Ríos Rojas tenía ocho años cuando fue asesinado de 11 balazos en la fatídica noche del 3 de noviembre de 1991, a manos del escuadrón de la muerte denominado “grupo Colina”. Este comando paramilitar actuaba por orden y gracia de la dictadura de Alberto Fujimori. Junto con Javier Manuel, asesinaron a otras 14 personas esa noche, todas víctimas inocentes, entre ellas, a su padre, Don Manuel Ríos. Este fue el sonado Caso Barrios Altos, cuyos mártires sólo cometieron el “delito” de ser pobres.

Diego Libertad
Del poemario Pintar para la vida,
Antología La travesía de los desaparecidos
© Derechos Reservados.

jueves, 26 de marzo de 2009

Te sabré esperar

Yo sé que no vendrás en esta noche,
tras el último suspiro de este amor desfallecido,
pero aún así,
te sabré esperar.

Perdido
en el jardín extraño de tu corazón,
te sabré esperar.

Aunque
amor con rencor me pagues,
te sabré esperar.

Inmóvil, petrificado, seco,
te sabré esperar.

Aferrado a tus pasos inconmovibles,
a tu falda, a tu voz, a tu silencio,
te sabré esperar.

Sobre las áridas espinas de tu cólera,
callado, pensativo,
¡Sin descanso!
Te sabré esperar.

Postrado en el más hondo precipicio,
donde sólo cabe la oscuridad,
te sabré esperar.

Con el cáliz ensangrentado del amor
y sus infinitésimos fragmentos,
te sabré esperar.

Inerte,
en el más frío olvido,
te sabré esperar.

Como la flor espera al rocío,
o como el desierto espera al mar,
te sabré esperar.

Te sabré esperar porque ésa,
¡Ésa es la naturaleza inquebrantable del amor!
¿Estás oyéndome?
¡Te sabré esperar!

Te sabré esperar con los años que me quedan,
bajo el cielo implacable de la soledad,
¡Hasta que mis ojos, ya ciegos,
no puedan escudriñarte en el horizonte!

¡Te sabré esperar, Camila!
¡Aunque sé
que no vendrás en esta noche,
tras el último suspiro de este amor,
cuando se apague mi voz!


Diego Libertad
Del poemario La odisea del viento
© Derechos Reservados.
Sed

Madre, qué tristeza, estás lejos,
lejísimos,
¿Sabes? Aquí todo es como antes,
¿Lo recuerdas?
Como cuando era niño, y dulcemente,
bajo tus brazos,
bebía en abundancia
del vino melancólico de tus ojos.
Por eso, desde niño,
supe jugar con la tristeza,
pues no tuvimos
días de esplendor en nuestros platos.

Así eran esos tiempos, duros, raquíticos,
en los que no había
noticias agradables
sobre el precio del pan y las lentejas,
por eso, el hambre nos fue despojando de ilusiones,
nos fue despojando de la dicha esta tristeza,
y padecimos, como muchos otros,
clamando en el dolor de las muchedumbres.

Madre, yo recuerdo,
que sufríamos bajo el frío indiferente,
mientras llorábamos con amargo llanto,
cuando ya no cantaban los jilgueros
y apesadumbrados, echábanse a morir.

Hoy,
qué poco ya nos queda del pasado, madre,
sólo tú sigues arrullando ese recuerdo,
sólo tú sigues hilvanando sus retazos
porque yo,
sólo sé cantarle a la tristeza.

Es cierto,
qué poco he cambiado desde entonces,
aún tengo la misma mirada
perdida en algún sueño,
y mi palabra más alegre
oculta
para algún momento de dulzura
que quizás ya no vendrá.

Madre,
si supieras cuánto aprendí de tu suplicio,
no estaría tu sonrisa ausente en esta cena,
ni tu lágrima, ahogada en esta copa,
porque yo,
he bebido en abundancia
del vino melancólico de tus ojos
y aún tengo sed.

Diego Libertad
Del poemario El maíz es un cielo
© Derechos Reservados.
Patria mía

Ay, patria mía,
Patria Grande y magullada,
no te aflijas,
algún día alcanzaremos el Sueño Inalcanzable,
el que te niegan,
el que ocultaron,
y el odio que desoló tu corazón, marchitará,
ten fe,
ten fe indisoluble en tus hermanos,
¡Ten fe!
Aunque bebas compulsivamente del dolor
y caigas, mortalmente, por tus hijos,
ten fe filosófica y ecuánime,
¡Ten fe!
¡Aférrate, patria, a los harapientos,
a los humildes,
aférrate a los obreros que te guardan,
aférrate a los campesinos que te abrigan,
aférrate a los ancianos que te lloran,
aférrate a las madres que te arrullan!
¡Aférrate!
Porque, por encima de las cosas que deseamos,
¡Estás tú, humildemente, infinita!

Ay, patria mía, Valle de Lágrimas,
con cuántos ojos llorará tu pueblo hasta inundarte,
guarecidos bajo un techo transparente.
¡Ay!
¡Y cuántos descalzos
estirarán la mano sin tocar tu aurora!
¡Qué desdicha!
¡Qué desdicha!
Pero abrázame, patria mía,
aunque tenga que comer de tu pobreza,
y sentir el vientre agujereado,
¡Abrázame!
¡Compartamos el pan enflaquecido de tu mesa!
¡Abrázame!
Porque si sufres, yo te sufro,
sufro este incendio en las entrañas.
Si sufres,
te sufren las madres
y te sufren los niños,
y te sufre el apaleado,
y te sufre el moribundo.

¡Cómo no voy a sufrirte
patria desnuda!

¡Oh, patria desangrada, enarbólate!
Asciende sobre nuestros hombros al futuro,
sobre nuestros huesos,
uno a uno, arrimados en tu fuego.

Ay, patria mía, dime,
¿Por qué no has florecido aún?
¡Asómate!
¿Y por qué tus Noches Largas no terminan?
¿Dónde está tu luz?
¡Estamos ciegos!

¡Ay, patria mía, levántate,
aún hay ternura para ti en el plato del pobre
y en la desdicha del humillado!
¡Aún hay para ti flores y almíbar!
¡Aún hay para ti amaneceres impecables!

¡De pie, patria, de pie, marchemos a la batalla,
no enmudezcas,
todavía hay brazos para levantar tu voz!


Diego Libertad
Del poemario El maíz es un cielo
© Derechos Reservados.