viernes, 30 de octubre de 2009

LXIII

De pronto, el mundo conocido observa su reloj,
mira al cielo, adolorido, exhausto, cruje,
estomaquea y, vertido en una página que muge
trasciende
en vertiginosa expiación crudo temor.

El cielo desfallece, patalea, cae su infeliz techumbre
con lágrimas de fuego y sus nubes tétricas que rugen,
y sus blondas grises atolladas,
penden de un hilo en cada lumbre.

Serpientes de alabastro gélido, en nieve,
precipítanse, en bombas de racimos crueles,
son los tiempos malos que se imponen
en lomo negro, entonces, raquíticos, biológicos,
cunde la peste, todo se ha consumado hermanos míos,
no lo olviden, pues nada en este día nos consuela.


Diego Libertad
© Todos los Derechos Reservados

No hay comentarios: