viernes, 30 de octubre de 2009

LVI

La vida, algo severa, hiere mi frente,
grítame, oféndeme, masculla,
desde su filoménica reliquia,
yo le huyo tenazmente, le antecedo, le capoteo,
y ya nunca, tal vez, le oiga venir,
antes que el nudo de su trampa tome fibra,
antes que sus agudas cosas dilaten a garrote
en la ánfora grotesca de la nuez.

Yo ladeo su solemne voluntad de criminal,
ladeo su ansiedad de magro soliloquio,
ladeo su oscuro porvenir de carnicero.

Hiéreme de miedos infantiles su labor,
sus clavos grandes, y en el borde
acostumbrado de esta fábula nefasta,
sus litros colosales de gerundio
me rebuznan.


Diego Libertad
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