viernes, 30 de octubre de 2009

V

Oh, si tan sólo en la pupila de mi madre
yo estuviera,
como en los límpidos antaños de la infancia,
si tan sólo bajo la atenta vigilia de sus ojos
yo me repitiera,
hasta hacerme otra vez
un hombre,
con el sudor de su grandeza
un hombre,
con el plasma de sus líquidos
más hombre,
lo sería,
de nuevo, de pie,
contra este mundo,
en esta noche de melancólicas ubres.

Y así, cuando ella viérame,
desde su distancia rumorosa de gaviota,
como era entonces,
esta silueta ensombrecida de su sangre,
aún de pie!

Y así,
cuando sus ojos incesantes me llevasen
como un niño tembloroso entre sus brazos,
sería yo el mismo hombre taciturno
que su fe abrigó con densos trajes.

Y así,
en la cruda abertura de la tierra
sentiría,
sus semilla válida, veraz,
sus ayunos, ay, tan tristes!
sus hambres, ay, tan tristes!
sus vacíos, ay, tan tristes!
Su inhalación profunda, veterana,
de lento suspirar.

Y así, entonces, sentiría,
el adiós desconsolado de su abrazo,
a sus lejanas latitudes,
con la nítida esperanza de volver,
como es ahora,
desde un pálido pañuelo inconsolable.
Ah si tan sólo en la pupila de mi madre
yo estuviera.


Diego Libertad
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