martes, 17 de noviembre de 2009

IV

Algo de fugaz quédame en la vida,
en el límite blasfemo de mi plato,
algo de parsimonioso delantal,
y algo de lumbre
en la mañana sombría de mi estufa.

Algo de fantasma quédame en la sangre,
pálido, bipedestado,
por la infame sensación de las heridas.

Algo de enfático berrea en el estruendo,
algo distante, ubérrimo, corpuscular.

Algo de síndrome brutal y de pariente
nos abriga,
por el mandato general de los dolores.

Algo de telúrica responsabilidad se nos exige,
algo de cruda retribución,
algo de crimen.

Algo que anduvo con acrobático entusiasmo
en cruel cabalgadura.

Algo que cayera abatido en las espuelas
de un tranco espeluznante de caballo.

Algo de peculiar en el talante mismo de la turba
a raíz de la consigna.

Algo de crudelísimo bastión que nos orina
bajo el rónquido festín del rayo.

Algo de ancha carestía.
Algo de urgentísima labor.
Algo de algo.
Y junto a tantas aflicciones sucesoras,
el amor me fue negado.


Diego Libertad
Del poemario Contra este mundo
© Todos los Derechos Reservados
III

Hay en esta tilde una nostalgia grande,
de luto bajo su tela,
vestida de memoria en su antiguo traje.

Es una dama de énfasis mortales,
taciturnos, de paladar doliente,
no queriendo torcer el brazo,
alzando sus volúmenes atónitos,
macizos, y a menudo,
metiendo su cuchara
en donde hieren las vocales.

Tiene mucho sigilo de ronquido,
de respeto mutuo al póngase preciso,
pistola en mano.
Hay en esta dama
un hasta aquí profundo,
velocísimo, animal.

Pésame su marcada indiferencia,
su cuarta vocal de aquellos tramos,
que yo ya anduve. Y por último,
pésanme sus largos arrebatos
de feroz dolencia.

Diego Libertad
Del poemario Contra este mundo
© Todos los Derechos Reservados